sábado, 31 de marzo de 2012

JOANNA BOURKE. EL DOLOR NO ES DEMOCRÁTICO. Sed de sangre./ 4 PERIODISTAS PARA EL FUTURO-1-Estefanía Zarallo-2 Tatiana García-3-Leticia Mena-4- Lorena Gil.

TÍTULO: JOANNA BOURKE-foto. EL DOLOR NO ES DEMOCRÁTICO.

Ella es una historiadora atípica. Su estudio trasciendose los hechos, datos y fechas y fija su atención en las personas y sus emociones. En sus últimos libros ha investigado sobre el dolor y el medio y ha descubierto sus mecanismos.
"El miedo es la emoción más fácil de estimular. Es un juego de niños y los Gobiernos lo usan para controlarlos".
" El dolor se ceba con los débiles, los pobres, los hambrientos. Lo padecen de una forma más cruel".

TÍTULO: Sed de sangre.

Las historias oficiales de las guerras nos hablan, sobre todo, de heroísmo y sufrimiento. Quienes participaron en ellas como combatientes prefieren, por lo general, callar acerca de sus experiencias. No, como se suele pensar, por no recordar los horrores que vivieron, sino para no verse obligados a confesar las satisfacciones que les proporcionó el poder de destruir y matar. Partiendo de las evidencias de las dos guerras mundiales y de la de Vietnam, Joanna Bourke, profesora de historia del Birbeck College de Londres, ha escrito un libro estremecedor acerca de cómo se prepara a los hombres para matar y cómo estos acaban sintiendo placer matando a sus enemigos, incluso cuando se trata de asesinar a prisioneros indefensos. Al fin y al cabo no hacen más que seguir unas órdenes de sus mandos, que incluso el propio clero castrense suele disculpar. Este libro, que recibió el premio Fraenkel, que se concede a "una obra excepcional de historia del siglo XX", cambiará nuestra percepción de la naturaleza misma de la guerra.
 
TÍTULO: 4 PERIODISTAS PARA EL FUTURO.1-Estefanía Zarallo-
2 Tatiana García-3-Leticia Mena-4- Lorena Gil.

1-Estefanía Zarallo.

A menudo, después de dejar a mi hijo mayor en la guardería, aparcó un instante en doble fila junto a un bar cercano para tomarme un café largo. Y siempre que lo hago, él está ahí. Siempre se sienta en el mismo taburete. Siempre en la misma postura. Siempre tiene los ojos perdidos en la cucharilla que remueve su cortado, la mirada ahogada en la espuma amarronada de su café. Es un joven que rondará los 30 años. Luce melena con coleta a la espalda. Ropa limpia, pero descuidada. Nunca habla con nadie, ni aunque se sienten a su lado. Nunca levanta la vista del café. Nunca deja de tararear sin palabras la canción que en ese momento suena en el bar. Lo hace tristemente, como una dolorosa rutina. Da igual lo mucho que lo observes. Él no levanta la vista, ni se siente observado. Está como ausente de este mundo. Solo cuando su cortado está justo a la mitad, sale de su dejado letargo. Entonces saca un pitillo del bolsillo delantero izquierdo de su chaqueta vaquera. Da tres golpes con el cigarro sobre la barra para colocarlo entre sus dedos índice y anular. Y sale a la calle a fumar tras arrastrar la mirada de la barra al suelo del bar.
Nunca he hablado con él. No sé ni como se llama, ni qué hace en la vida. Bueno, eso sí. No me cabe duda. Simplemente trata de sobrevivir, de salir adelante, de no dejarse llevar por la desesperanza y el pánico. No sé su nombre ni qué hace en la vida. Pero sí se lo que no tiene. Basta con verlo un par de días. No tiene trabajo, ni esperanza, ni ilusión, ni ganas de buscarlo.
Es un parado.
Hoy lo he vuelto a ver. Hoy que la cifra de dramas se ha elevado a 5,3 millones en todo el país. Hoy que ya hay 1,5 millones de hogares con TODOS sus miembros en paro. Hoy que uno de cada cuatro valencianos está con una mano sobre la otra, sin empleo, oficio, beneficio ni ayuda alguna de un Estado de panza hinchada por el derroche.
Y así seguiremos. Porque los de arriba solo saben hablar de PIB, de déficit, de reformas laborales, de Merkel… De cifras, de datos, de tecnicismos, de palabrerías vacías de contenido… Los de arriba siguen arriba. Y jamás bajan abajo, a mirar a la cara a los comunes de los mortales, a sentir el dolor sin palabras del joven del bar. A contagiarse de su desesperanza mientras deja pasar las horas mareando su cortado, tarareando con dolor una canción de Cafe Quijano, paseando su mirada entre el hastío y la tristeza.
Sin ganas siquiera de arrojar la toalla, porque allá arriba nadie bajará a recojerla…
 
2 Tatiana García-
 
Hoy es uno de esos días en los que me siento orgulloso de ser valenciano, y sobre todo de trabajar en Las Provincias. La portada de hoy de MI periódico, la que acompaña a estas líneas, con un editorial como tema principal de la primera plana, me parece histórica, valiente y que eleva la dignidad de una región denostada sin parar en toda España. Os dejo la portada y el enlace del texto completo del editorial. Y añadiré poco más, porque ambos documentos lo dicen todo, y magistralmente…
No negaré yo lo evidente: que los casos de corrupción, caciquismo y despilfarro en la Comunidad Valenciana son vergonzosos y vergonzantes, que exigen una renovación urgente de la clase política y que actúe la Justicia. Pero de ahí a generalizar la corrupción a todos los valencianos, de llamar a la región la Grecia de España, de hacer demagogia con la cuestión y usarlo como arma política de la esteril guerra entre PP y PSOE, esa que nos ha llevado hasta donde estamos, esa que tiene una enorme parte de culpa en esta crisis, todo eso también es vergonzoso y vergonzante. Y la persecución política que está sufriendo la región, invita a todos los valencianos a gritar fuerte esas dos palabras tantas veces proclamadas en otras causas tan nobles y loables como esta: ¡BASTA YA!.

3-Leticia Mena.

Pinpón es un muñeco, de trapo y de cartón. Se lava la carita con agua y con jabón.
Se desenreda el pelo, con peine de marfil. Y aunque se da tirones, no llora ni hace así.
Cuando come la sopa, no mancha el delantal. Y cuando va la escuela, es buen colegial.
Y cuando las estrellas, empiezan a lucir, Pinpón se va a la cama, se acuesta y a dormir.
Mi hijo de tres años no puede irse a la cama sin haber cantado antes esta canción. Una vez lo hace, y tras escuchar un par de cuentos, duerme feliz. Sin más. Así de fácil. Así de simple.
Ojala siempre mantuviéramos vivo el niño que llevamos dentro.
Ojalá algo tan simple como la canción de Pinpón nos bastara para sonreír y suspirar tranquilos en busca del sueño.
Ojalá un par de sencillos cuentos sirvieran para acallar los miedos de que se acerque a nuestra cama la Bruja Hipoteca y el Hombre del Saco&Poor.
Ojalá nunca dejáramos de cantar al oído a nuestro hermano de dos semanas, por el simple hecho de ver cómo se calma.
Ojalá no dejáramos de levantarnos cualquier día con la sencilla y ambiciosa  ilusión de ir “a muchos sitios”.
Ojalá no dejáramos jamás de guardar en la mochila de la guardería el último garabato hecho en clase, apenas cuatro borrones rosas ininteligibles, como si fuera el mayor de los tesoros.

4- Lorena Gil.

Hace ya dos semanas que hice este reportaje. Y no fue esta la primera vez que escribí sobre Elvira Roda, la chica burbuja. Ojalá sea la última. O que la próxima sea para contar que es de nuevo libre. Aunque volveré sobre el tema cuantas veces haga falta. Pero dos semanas no son suficientes para quitarme de la cabeza las imágenes de esa chica de 36 años hablando entre tinieblas, mirando a los lados, en la quietud de su casa, con pavor. Respirando entrecortada. Ahogándose en su soledad. Ahogándose en la Sensibilidad Química Múltiple. No pude estar con Elvira. No por falta de ganas mías ni de ella. Solo un video sirvió para que ella ‘hablara’ conmigo. Tres letras pudieron más que nada. Y esas tres letras siguen venciendo.
No me quito de la cabeza la visita a casa de sus padres para conocer cómo viven, o más bien cómo mueren poco a poco, mientras a su hija se le va la vida en su cueva. Vuelvo una y otra vez sobre la imagen de su padre, Carmelo, un hombre de 70 años que cada poco tiempo se marchaba del comedor en el que yo hablaba con Elvira madre. Estoy seguro de que se iba a llorar en silencio a alguna habitación. Volvía con los ojos húmedos, enrojecidos.
No me quito de la cabeza a ese padre tocando con dulzura su mejilla, allí donde su ‘niña’ le había depositado el último beso, el único en el último mes. Cómo Carmelo parecía trasladarse a ese momento en el que paseaba tras las huellas de su hija por la playa de la Patacona, lejos de ella para que una simple loción de afeitado no acabará tumbando a Elvira, sus 40 huesudos kilos de peso desplomados sobre la arena. No me quito de la cabeza cómo se acariciaba la cara al recordar cómo su hija se giró de repente y le dijo: “Papá, ven”. Y le señaló su mejilla para que él le estampara un beso. Y allí seguía Carmelo con su tesoro prendido en su rostro.

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